lunes, 10 de octubre de 2016

Breve historia de las Claqués; Comportamiento e influencia en los públicos

Breve historia de las Claqués

Comportamiento e influencia en los públicos




 


En esta ocasión haremos un pequeño análisis del comportamiento de una parte del público que acude a los espectáculos culturales y artísticos,  y de sus intereses a lo largo de la historia.

El diccionario Pequeño Laruosse dice: Claqué: Grupo de personas pagadas o que asisten gratis a un espectáculo para aplaudirlo. Pero parece que la definición del Larousse es incompleta porque, al menos en nuestro país, las Claqués son grupos de personas, profesionales o no, que solo se dedican a  “enaltecer las virtudes” de quien les paga ya sea económica o afectivamente, estos también se dedican a denostar a los enemigos artísticos del auspiciador.

Si bien a lo largo de la historia se han otorgado a las artes las virtudes enaltecedoras del espíritu humano, a mi parecer esto no es muy cierto; al interior de los gremios, los artistas no solo viven una eterna lucha por acreditar, ante los propios compañeros y el público,  su capacidad creadora e interpretativa; la lucha más cruenta y las acciones más virulentas, consisten en desacreditar, a toda costa, la capacidad y el profesionalismo de sus colegas, ayudados por “públicos y especialistas comprados”, alterando –corrompiendo- la percepción, el análisis, el juicio y la indispensable dialéctica que debe surgir a partir de los hechos artísticos y culturales.

Dicen los que saben, que Nerón creó las claqués cuando ordenó que cinco mil jóvenes, pagados obviamente, le ovacionaran cada vez que saliera a escena; así en los espectáculos de la Roma imperial, en pleno siglo I, se establecieron grupos de claqués que inclusive cobraban según la intensidad del aplauso; ya entonces las claques tenían tres clases de aclamaciones y, por supuesto, de precios.


Los rudos
En el siglo XVII, las costumbres españolas en los espectáculos teatrales eran replicadas en la Nueva España, el público acudía a presenciar una serie de espectáculos, que se verificaban tanto en el foro como en los diversos lugares ocupados por el público: mosquete, patio, bancas, palcos donde se dirimían a gritos, y a veces a golpes, diversos asuntos que iban de lo personal a lo social y de lo político a lo religioso.

En estos espectáculos el violento público del mosquete, que hoy llamamos platea, presenciaba el espectáculo de pie, con la cabeza descubierta, aunque estaba prohibido por el reglamento; era muy frecuente que externara su desagrado, muchas veces pagado por las compañías rivales, arrojando contra los representantes hortaliza  y edificio, esto es piedras, ladrillos y desperdicios vegetales, llevados exprofeso o desprendidos de las paredes, llegando a dar fin al espectáculo, y, en alguna ocasión, a los actores.

Autores y actores sentían un pánico mortal por estas broncas inducidas, capaces de hundir la reputación mejor cimentada. Las claqués eran reclutadas de entre los más bajos fondos sociales, entre los cuales se contaba el gremio de zapateros, que usaban como munición los zapatos viejos, así la ruda concurrencia del mosquete imponía a punta de zapato, hortaliza y edificio las preferencias estéticas o los intereses diversos de quienes les pagaban ya que un desmán causado con motivo de la presentación de una obra podía llevar a la cancelación de la misma, o inclusive al retiro de la licencia a la compañía.

Conforme se profesionalizaba el ejercicio de la música sucedía lo mismo con las claqués, durante el siglo XIX y hasta mediados de XX, el aplauso se planeaba y ejecutaba con todo cuidado. El Capo di Claqué era un líder que acudía a los ensayos y acordaba con los artistas, colocaba a sus huestes en sitios estratégicos y señala con precisión, los momentos de las aclamaciones. Para 1920 en Italia se publicó la siguiente tarifa: “Aplauso continuo” 15 liras; “interrupciones con bene o bravo” 5 liras; “bis” repetición de una obra o un  fragmento 50 liras; “entusiasmo frenético” por arreglo convencional entre el artista y el capo.

Las claqués mas agresivas fueron las de los teatros de ópera, en la misma Opera de Viena existió, y tal vez siga existiendo,  una claqué que lo mismo ha aplaudido de manera gratuita a algunos artistas que ha acabado con el prestigio de otros “sin explicación alguna, o porque alguien inicio el barullo”; en algún momento los capos de claqués llegaron a extorsionar, así como a no aceptar,  a los pésimos artistas; de este modo, la claqué del Teatro Regio de Parma devolvió su dinero a un pésimo tenor que había pagado sus servicios y al día siguiente acudió a silbarle; en la Scala de Milán, los partidarios de una cantante por medio de una claqué, trataron de abuchear a la mismísima María Callas, pero la claqué oficial respondió con tal fuerza que hubo gritos, pleito, golpes, policía, función suspendida y dos pleitistas en la cárcel. En el Metropólitan Opera House de Nueva York estuvieron a punto de cancelar los lugares sin asiento, lugar tradicional de la claqué, si continuaban los desmanes que llegaron a la violencia física.

 
Los Técnicos
Complementaria a la plebe que lanzaba improperios, ladrillos, zapatos y vegetales, había una plebe que lanzaba tinta, y palabras; antes se les llamó cronistas, luego se les llamó críticos, después reporteros  y ahora se les llama analistas; el caso es que, en su mayoría, son personas que poco o nada saben de arte, pero que tienen el manejo de la palabra para hacer y deshacer al gusto de quien los patrocina. Algunos de estos especialistas copian programas literalmente y añaden a sus artículos notas irrelevantes como la cantidad de público, las personalidades que acudieron, etc. Hace algunos años, llamé a una gran concertista de piano para disculparme, pues no había podido asistir al concierto que había ofrecido en Oaxaca y  aproveché para felicitarla por el éxito que había tenido, según leí en la prensa, “no pude ir, estoy muy enferma”, fue su respuesta; así que los cronistas "de programa" son capaces de inventar eventos que no sucedieron, como en esa ocasión, en que los elogios a las instituciones y personalidades que auspiciaban y apadrinaban el concierto eran más reiteradas y exacerbadas que el concierto mismo. En contraparte, otros han sido verdaderos jueces imparciales en el juicio del arte y la cultura: Tácito y Suetonio en la época de Nerón; George Bernard Shaw en el siglo XX y en México José Antonio Alcaráz y Juan Arturo Brennan, son claros ejemplos de respeto a la profesión.


Los Modernos
Modernamente a los integrantes de las claqués de nuestro país les conocemos como “paleros” y utilizan todas las armas posibles que van desde el descrédito profesional a la difamación personal, la infamia y la traición, por desgracia estos son elementos comunes en todas las manifestaciones del medio artístico. En Oaxaca existen también claqués, desde las más pequeñas integradas por los familiares y amigos de los artistas, hasta otras, mas grandes y virulentas, que incluyen “periodistas culturales” y “analistas artísticos” y que se dedican, como ya dijimos,  a  denostar a los enemigos y a “enaltecer las supuestas virtudes” de quien les paga. 

Por cierto: ¿Es usted parte de una claqué?



Jorge Mejía torres

Basado en textos de: Jorge Velasco, José Rojas Garcidueñas, Ileana Azor y Armando de Maria y Campos.

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