EL HOMBRE QUE ESCUCHA MUSICA
“La música es una revelación mas alta que cualquier sabiduría o que cualquier filosofía, quien penetre en ella se verá libre de la miseria que arrastran los hombres”.
L. van Beethoven
Hace algunos días se acercaron a mis dos jóvenes, a fin de que les
ayudara a discernir las diferencias entre un simple escucha, un melómano y un
musicólogo; aquí esta la explicación prometida. Para ser mas gráfico me ayudaré primero de una
anécdota acerca de la relación que tuvimos algunos alumnos de la Escuela Superior de Música con
un verdadero melómano; también aprovecharé la clasificación de los auditores a
la que llegó Theodor Adorno (filósofo y musicólogo alemán), hace ya algunas
décadas y por último al vaso comunicante.
En los años ochenta, cuando éramos estudiantes de la Escuela Superior de Música
situada el barrio de Coyoacán de la ciudad de México, frecuentábamos a un hombre,
ya mayor, que tenía una tlapalería a pocas cuadras de nuestra escuela.
Las visitas eran verdaderos acercamientos a la cultura musical mexicana,
pues la parte posterior de la tlapalería llamada “El Gallo”, era una fonoteca compuesta
de una gran cantidad de discos y un archivo donde se conservaban, en perfecto
orden cronológico, los programas, boletos y notas de cada uno de los conciertos
a los que el hombre había asistido durante muchos años; en cada uno había
apuntado cuidadosamente algunos comentarios acerca del programa e inclusive
conservaba algunos carteles que anunciaban los conciertos a los que había
acudido.
Acudíamos a la tlapalería con el fin de conocer, de primera mano, los
motivos que impelen a los hombres a escuchar música; para saber las razones del
escucha, que por cierto difieren completamente de los motivos del artista, este
era un buen complemento para los conocimientos teóricos y técnicos que
recibíamos en la escuela; sus comentarios partían de la necesidad manifiesta
del escucha y los recibíamos con gran aprecio. De sus recuerdos obteníamos
información importante para nosotros como estudiantes, acerca de la música de
concierto en el siglo XX, de allí partía para llevarnos a una recapitulación
cronológica de las veces que había escuchado una obra, de los interpretes y de
sus apreciaciones personales acerca de tal o cual versión.
Nuestro amigo nos daba razón del lugar exacto en el que la acústica era
mejor en cada una de las salas de concierto y teatros de la Ciudad de México y bastaba
con provocarle sutilmente para que se introdujera sin dejar de hablar en la
trastienda, en donde escuchábamos grabaciones, hacía comentarios y nos daba una
cátedra acerca de cada obra
Uno de los compañeros le dijo en una ocasión “es usted un buen
musicólogo” a lo que el hombre respondió inmediatamente, “perdóneme usted, pero
si ha venido a buscar un musicólogo ese no soy yo; si acaso soy un discreto melómano,
alguien que por necesidad estética continuamente escucha música, pero nunca un
teórico ni un analista profundo o profesional de esta, no tengo ni esas
pretensiones ni esos alcances, lo mío es el alma de la música, no su ciencia”.
En los cursos posteriores las actividades escolares cada vez nos demandaron
mayor atención y tiempo, así que las visitas se espaciaron; pero siempre desde
el autobús que pasaba frente a su negocio escuchábamos parte de la música que
cuidadosamente había seleccionado para cada día, o las trasmisiones tanto de la XELA, tanto como de
Radio Educación... luego de un tiempo la tlapalería cerró y no supimos mas del
hombre que escuchaba música, para el cual como dijo Federico Nietze “sin música
la vida sería un error”.
Los sobrevivientes de esa época me han dicho que se llama, o llamaba, Don
Francisco Chávez, quien en la pequeña tlapalería “El Gallo” daba verdaderas
cátedras de como escuchar música de concierto, siempre vestido con un amplio
overol, me refirieron también que hace algunos años regresó a Coyoacán, ahora
vendía libros científicos en la Ciudad Universitaria.
Pero quienes todavía quedan, recuerdan la tlapalería que llenaba de música la
calle. El comportamiento auditivo de don Francisco me intrigaba, pues si bien manejaba
una gran cantidad de datos, poco profundizaba en el conocimiento de la música,
conocía lo esencial, pero nunca llegó más lejos, su universo era acústico, su
naturaleza solo era sensorial (finalmente superficial, vista desde la óptica
del músico), pero su necesidad de escuchar música era manifiesta.
Las razones por las que la música es una necesidad en el humano pueden
ser muchas, los principios de la psicomúsica han determinado que las melodías,
ritmos y formas musicales desatan respuestas psicosomáticas, los estudiosos de
la psicoacustica y la neuroacústica establecen a su vez que las frecuencias y
pulsos generan diversos neurotrasmisores, pero los efectos varían drásticamente
de persona en persona, en las respuestas intervienen la cultura, la estética y
otros factores personales del individuo; asumimos que estamos en un terreno por
completo dialéctico, humano, impredecible, y finalmente aceptaremos que no
sabemos por que el hombre escucha música.
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Local que ocupaba la tlapalería el "El gallo" |
COMO ESCUCHAR
MUSICA
Theodor Adorno, el filósofo y musicólogo, miembro de la Escuela de Frankfurth, llegó
a la conclusión de que existen cinco tipos básicos de comportamiento de los
auditores musicales, a continuación, los consigno, aclaro que han pasado por
mis consideraciones y no son estrictamente las palabras de Adorno:
Escucha
Emocional: Utiliza la música para desencadenar sus emociones, es fácil de
conmover e ingenuo, y está orgulloso de serlo; no quiere saber nada acerca de
la música lo que le hace fácilmente manejable. La música le despierta todo tipo
de situaciones extramusicales, por último, se rebela ante cualquier intento de
conducirlo a una mejor forma de apreciar la música pues se satisface con los
sentimientos que por medio de ella alcanza.
El Consumidor de
Cultura Musical: Auditor insaciable, coleccionista de discos, videos
y cualquier evidencia de su apetito “de cultura”; considera que el escuchar
música es mas una pose que una verdadera necesidad estética o espiritual.
Aprende biografías, fechas y datos y trata de poseer tanto las grandes
grabaciones como los aspectos relacionados con estas, tales como: los
instrumentos utilizados, el costo de los mismos, los complementarios al hecho
musical (escenografía, sonido, etc.) y todo aquello que le ayude a fortalecer
su característica de consumidor cultural.
El Auditor
Fanático: Se distingue por que minimiza la existencia y la posibilidad de
comunicación de todos los tipos de música que no sean aquel que considera suyo,
se da mayormente entre los jóvenes; este auditor se considera a sí mismo un
experto en su música, los hay en rock (y en cada uno de los tipos de este), en
jazz, en música disco, pero también en música culta o de concierto y en cada
uno de los estilos y épocas de esta; frecuentemente forma parte de círculos de
“conocedores” tan fanáticos como él.
El Buen Escucha: Reconoce las
principales características de la música sin llegar a analizar las
implicaciones técnicas de la obra, quizá esta debería de ser la categoría más
grande de auditores, pero los medios de comunicación tienden a acabar con la iniciativa
musical propia y por lo tanto el buen escucha desaparece paulatinamente.
El Auditor
Experto: Escucha completamente el proceso musical, percibe todos los elementos
técnicos, y estéticos de la música; asocia el arte musical con los diferentes
entornos (históricos, sociales, políticos, económicos) de su creación y su
ejecución; puede dar cuenta analítica de lo escuchado, es un auditor entrenado
que posee conocimientos profundos de la música y en general de las artes, en
resumen es un profesional de la audición.
¿Que escuchamos?, ¿Por que? y ¿Para que?; ¿Que lugar ocupamos en esta
clasificación?, son preguntas que no estaría de más intentar responder, pero
finalmente es esencial ser parte de los hombres y mujeres que escuchan música.
Espero haber contestado satisfactoriamente las preguntas de los jóvenes.
Finalmente hay un "algo" que mueve a cada quien a escuchar "su" música... Serìa deseable que esta escucha fuera guiada por el conocimiento si no técnico, al menos sustentado en el conocimiento antológico de su escucha. Lo técnico supongo que está reservado al profesional...
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